Todos conocen la leyenda. Dos grupos de rock alternativo se animan a crear el primer super-grupo nacional. Ahora, una década después, consolidados como quinteto más allá de mutaciones previas, Corizonas prescinden de su carácter eventual, deciden mantener su coalición en el tiempo y consuman el que, sin duda, es ya el disco de su vida.
Cuando el pasado enero abrían la veda de un single cada mes con Nubes Negras (y van 7), hablamos de “epifanía definitiva”, de un renacimiento absoluto para una banda casi inactiva en 5 años. Y cuyo asombroso regreso llegaba el peor año posible (el del Covid) pero con el álbum más espectacular del momento. Un disco tan excepcional que el bendito problema era resolver qué temas no eran singles.
Esa cosecha milagrosa se llama Corizonas III. 11 canciones que oscilan entre el rock inteligente y la “americana” mas exquisita. El eslabón perdido entre Tom Petty y AC/DC, sin olvidar al padre de todo esto (Neil Young) o las metamorfosis de Wilco.
Es decir, sus dos vertientes clásicas pero, esta vez, en un castellano totalmente orgánico, que reafirma el poder emocional de letras tan subyugantes como en El Tiempo Pasará: seductora evasión virtual por los posters de tu habitación desde la ficción de seguridad (la “jaula de oro”), entre citas culturales, de Twin Peaks a Marvin Gaye o el Monterrey Festival, y arreglos mágicos de mandolina, armónica y guitarras soñadoras a cargo de David Krahe.
Un álbum de canciones rotundas pero preciosas, empapadas de detalles sutiles y esmerados arreglos donde la incombustible maquina de ritmo que forman Vacas y Loza hace surcar la nave para que las guitarras iluminadas de Sr. Marrón y Krahe se entrecrucen viajeras en las entonaciones del capitán Vielba. Algunas fueron grabadas en el estudio de Vacas y el resto fueron arregladas y producidas por los Javis (Vielba y Vacas) vía mail, haciendo de la necesidad (confinamiento), una virtud maravillosa.
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